martes, 18 de agosto de 2009

Agua y Fuego

Nota del Autor: El que lo lea completo, haga el cuestionario y responda las preguntas de la prueba enfocadas con la materia se llevará un generoso premio consistente en un frugelé.




Las olas del mar acariciaban la costa. Sentir el frío intermitente en sus pies descalzos, oler la brisa marina, oír las gaviotas, el ocasional ladrido de algún perro callejero sumado al compás de las idas y venidas del agua salina. Era el paraíso, aunque, claro, no tenia ni idea como se llamaba esa playa. La había encontrado por casualidad, caminando por la costa. No tenia ni idea cuanto había caminado, solo que había salido una hora después del amanecer, y que ya se estaba haciendo tarde. Se preguntaba como saldría de allí. En realidad no le importaba. Era su pequeño paraíso personal.



No, no lo era. Escucho unos pasos a su espalda, y se levanto sobresaltado. No vio a nadie. Ni nada. ¿Habría sido su imaginación? Quizás se estaba quedando dormido, y había tenido una de sus frecuentes “alucinaciones de sueño intermedio”, como solía llamarlas, que tenían la extraña virtud de mezclar realidad con fantasía por un par de minutos. Amaba esas alucinaciones, pues a punta de práctica, había descubierto que dormir boca arriba era ideal para provocarlas y había logrado hacerse con control conciente casi total sobre ellas.



Se recostó de nuevo, volviendo a su posición boca arriba con los pies intermitentemente bañados por el agua salina. Se sentía bien, pues había caminado por roqueríos prácticamente todo el día. Escucho el ruido de nuevo, pero esta vez no le presto atención. Siguió sumido en su ensimismamiento. El sonido era inconfundiblemente de pasos acercándose. Quizás que criatura mística saltase frente a sus ojos. Mantener el control de sus alucinaciones era especialmente difícil cuando estaba cansado. Pero lo que surgió por la parte superior de su campo visual no fue un nargle ni un cronopio. Aunque de criatura mística, quizás de ángel, tenía bastante. Era una chica hermosa, con un cabello rojo hasta poco más de los hombros que centelleaba a la luz también rojiza del atardecer. No podía verle el rostro, pues su cascada de cabello caía ahora, que se había inclinado sobre el, en actitud curiosa, ocultándolo completamente. Vestía un polerón simple, de algún azul opaco, que no combinaba en lo absoluto con el fuego de su melena. Ella sonrío al ver que él estaba despierto, y salio nuevamente del campo visual.



Había quedado completamente pasmado por su visión. Wow, esta vez su imaginación se había superado a si misma. Trato de hacer memoria de su rostro. Trato de concentrarse al máximo para lograr que apareciese de nuevo. Pero no obtuvo ningún resultado. Se esforzó aun mas, la realidad se comenzó a difuminar. Eso, vamos bien.



Se levanto en medio de la sala de clases. Había perdido cerca de media hora de la prueba de matemáticas. Mierda conchetumadre, me quede dormido. Trato de recordar su sueño. Algo de una playa. Y algo de fuego también, pero no recordaba que.



Se apresuro en terminar la prueba rápidamente. ¿Que demonios había soñado? No recordaba el que, pero los sentimientos experimentados; placer, sorpresa, felicidad; estaban grabados en su estómago. El día de clases paso fugazmente. Estaba obsesionado por recordar lo que había soñado. Hoy por la noche forzare una alucinación de sueño intermedio.



La noche llego, y se fue a acostar rápidamente. Se tendió boca arriba. Y revivió los sentimientos. Luego las nociones; la playa, el fuego.



Camino unos pasos a través del bosque, perseguido por un incendio en avance. Mierda. Se echo a correr en dirección al sonido de las olas. Llego a la playa, donde había una franja de un par de metros entre la linde del bosque y la orilla del agua.

Mmm, no, ese definitivamente no había sido su sueño. Pero estaba seguro que había una playa, aunque el fuego… ¿Que tal si era sangre? Probó con esta nueva alternativa, aunque le parecía un poco rara.



Nadaba de espaldas, contemplando el cielo azul del mediodía. No entendía porque sus padres lo habían dejado ir a la playa a esta hora, con el agujero de la capa de ozono. Ah, simple, se habían ido la departamento de un amigo, estaban solo ellos, una salida de machos. Siguió disfrutando del agua fría en contraposición del sol caliente. Se volvió para realizar croll hasta la orilla, y al hacerlo noto que el agua no era agua, sino sangre. Al menos era roja como la sangre, sintió su corazón acelerarse…



No, ese tampoco era el sueño, porque entre los sentimientos asociados no había miedo en absoluto.



Escribió las experiencias de esa noche y decidió dormirse.



Al día siguiente, sentía que durante la noche nada había ocurrido. Era como si hubiese pasado un segundo entre que se quedo dormido y despertó. Eso era horrible, jamás le había ocurrido. Seguramente tenia que ver con su poderoso deseo de volver al sueño de la prueba.



El camino al colegio fue tremendamente aburrido. Llovía sobre la cuidad, lo que le gustaba, pero parecía que al resto del mundo le parecía que cayera mierda sobre sus cabezas.



Excepto ella. Mierda reconchetumadre. De repente el recuerdo del sueño volvió de la nada. No, no de la nada. Era su cabello. ¡Y SU ROSTRO! ¿Cómo podía recordar su rostro, si en el sueño no lo había visto? Posiblemente la había visto de reojo, sin notarla, ayer de camino al colegio. El recuerdo quedo en su inconciente y se manifestó en el maravilloso sueño. Pero era real. Quizás cuantas veces había pasado a su lado, topado su camino con ella, a esa hora de la mañana. Y era ciertamente especial. Le sorprendía que las gotas de agua no hirvieran al tocar su pelo. Sus cejas también eran de ese color. Sus ojos, de un verde muy extraño, casi morado, casi azul, mas oscuros en la periferia. Mierda me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira. Me mira.



Ya no. Seguía caminando con cara de idiota, su mirada le había hecho perder totalmente su autocontrol, pero el automatismo lo había impulsado adelante sin problemas. Volteo la cabeza para ver si seguía ahí, si no era, otra vez, un juego de su imaginación. Y ahí estaba, parada en el rojo del semáforo, un rojo apagado, oscuro, opaco, muerto en comparación con las ascuas de su cabeza. Se dio vuelta, miro la hora, y siguió su camino. Mañana he de pasar a esta misma hora. Escribiré una nota. Se la entregare al pasar. Sin mirarla, o perderé el control otra vez.



El resto del día pasó como al otro lado de un cristal. Aunque externamente seguía el mismo. Era como si se hubiese escindido. Su yo antiguo seguía patrones, rutinas. Su yo nuevo luchaba por contenerse, por no tomar el control de aquel cuerpo que casi no le pertenecía. Que se sentía de otro. Que lo único que quería era haber salido tras ella y saludarla, preguntarle como se llamaba, si tenía Facebook o Msn.



La noche paso, otra vez, en una fracción de segundo. Se vistió con esmero, ordenado, con una rapidez fría e implacable. Mientras lograra mantenerla fuera de su mente, podía ser el tipo metódico de siempre. Lo último que hizo al salir fue revisar el tiempo en la tele. Lluvia de nuevo, todo el día. Recordó a Cortazar, “Afuera llueve- dice el cronopio- Todo el cielo”. Mejor, así no costaría encontrarla.



Camino con paso resuelto, pero manteniendo el ritmo. Ahí estaba de nuevo. Y venia hacia el. No entendía nada. Su conciente se desvaneció en una niebla, mientras ella caminaba hacia el, mirándolo a los ojos. Escucho sus palabras apenas conciente de lo que ella decía, pero sorprendido de su agradable tono de voz. “Ayer te me quedaste mirando con cara de idiota, quiero saber por qué”. “De hecho, es la misma cara de retardado mental que estas poniendo ahora”. Ser llamado retardado mental lo despertó completamente. Aunque nunca había estado realmente dormido. Recobro su autocontrol, sabia que esto duraría muy, muy poco, a si que simplemente le entrego el papel que había escrito anoche. Constaba de unas cinco líneas, fruto de varias horas de resolver combinaciones y combinaciones de palabras. Algunas habían quedado muy brutas, otras muy cursis. Otras simplemente estúpidas.



Ella lo miro sorprendida, abriendo aun más sus ojos. El perdió el control otra vez, lo que gatillo una risa de parte de la pelirroja, que guardo la nota en su bolsillo y continuó su camino.



23 horas y 55 minutos pasaron. Ya era viernes, y tras, anoche, revisar tanto Msn como Facebook y no aparecer ninguna solicitud de contacto, su ánimo estaba por el piso. ¿Lo habría ignorado, de plano? Caminaba cabizbajo. Hoy estaba soleado, lo que había precipitado la temperatura tan bajo como su ánimo.



En el recreo, metió su mano al bolsillo, buscando algo de dinero para comprarse un café de máquina. Su lado automático también se entumecía, aunque solo por el aire ambiente. Había algo que sobraba, un trozo de papel que el, estaba completa, total y absolutamente seguro, no había dejado allí. Pensó en tirarlo, pero tras leerlo agradeció que su curiosidad pudo más. “Lo siento, el Internet de mi casa se cortó, unos vándalos se dedican a robar los cables. Te hubiese agregado, me pareciste extraño, diferente, lo que, por cierto, es bastante bueno. Además, hay algo en ti que me recordó un atardecer en la playa”. No llevaba firma, algo que el se había preocupado de poner. Su ánimo se levantó al instante, y sus dos yos se unieron. Fue a comprarse el condenado café, porque un buen ánimo no era suficiente para aguantar el frío del día.



Al llegar a su casa, se fue como alma que lleva el diablo al computador. Reviso MSN, nada. Facebook, nada.



Nota del Autor: No me pude decidir por alguno de los dos finales que se me ocurrieron. Uno lo encontré demasiado trágico, pero dramática y literariamente completo. El otro bonito, pero dramática y literariamente incompleto.



Final 1


Se dijo que posiblemente aun no llegaba a casa, o que no había salido del colegio. O peor, que tenia el Internet cortado y no podía meterse. Se decidió por distraerse un rato. Reviso sus páginas habituales, así como las no tanto después de un tiempo. Una noticia en un portal de noticias le llamo la atención por su proximidad física. Accidente de tráfico; una escolar fallecida. La menor tenía el cabello rojo como el fuego.




Final 2


Espero, sumido en la incertidumbre.

Lo despertó el sonido de solicitud de msn. Que nick más extraño. Acepto, y abrió una conversación. Saludó, y a los pocos segundos se repitieron, textualmente, las palabras de la nota de su bolsillo. Él contestó con las propias.

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