miércoles, 21 de octubre de 2009

Lex Divina

Inspiraciones múltiples, escrito en una clase de Castellano particularmente entretenida

Cosquillas, la gente me hace cosquillas, allí en su espacio. Sobretodo los que pasan la aspiradora, hay que risa. Pero nadie lo nota, total, realmente estoy solo. Miles de personas viven en mi, pero realmente, realmente, estoy solo. Puedo oírlos, verlos, sentirlos, cada uno en su departamento, pero no puedo hablarles, no puedo decirles "Hey, se te quedo la olla encendida" ni "Cuidado con el Raulito, ¡Que no se acerque tanto a la ventana!". Y las catástrofes brotan dentro de mi por idioteces.

Y todo porque no puedo hablar.

Me acuerdo de la vieja del 721, que un día se murió no más, tan buena que era ella, y comenzó a podrirse en la silla del comedor, el plato de legumbres servidas frente a ella. Yo gritaba, gritaba a los vecinos, al conserje, pero nadie me oyó, nadie. Y así paso una semana, hasta que el conserje trato de comunicarse con la vieja, porque había mal olor, y claro, cuando abrieron la puerta, se toparon con lo que yo ya sabia, lo que trate de decirles.

Y todo porque no pude hablar.

Me acuerdo de cuando se colo un ladrón detrás de una camioneta. Se llevo como 20 millones en cosas desde la casa de los injenieros, la 212. Y claro, yo como tarado ahí gritando. Ya tenia la experiencia de no comunicarme con mis propios inquilinos, a si que lo intenté con mis vecinos. Pero todos tenían sus propios problemas. Ninguno me oyó.

Y yo que creía que podía hablar.

Dolor. Sí. Menos mal que no puedo hablar, o mi grito se hubieses escuchado hasta el infierno. Que terremoto, me ha removido los cimientos. Todos corren, huyen. Ah, claro, mi pata chueca. Error del ingeniero, el terreno cedió un poco en un costado, y me doblé. Ahora estoy torcido. Y se van, claro, ya no soy seguro. Me abandonan, me dejan vació, y no me hablan, no me agradecen, me maldicen por estropearme. Y no puedo disculparme, no puedo despedirme. Y lloro. Y tiemblo. Y nadie me oye. Pero así es mejor, prefiero llorar en soledad.

Menos mal que no puedo hablar.