viernes, 4 de septiembre de 2009

Pensamientos de un ateo moribundo

El viento desde la derecha. La espada firme. La vista fija en su oponente. En Sol en su cenit.

Estaba concentrado, era un buen momento para el duelo. Con su atención en su oponente, fue asaltado por los recuerdos. Debía ser porque estaba cerca del fin.


Jardín de rosas, era ella, la hermosa, doncella rodeada por mariposas. La mujer que amaba, con la que planeaba pasar lo que le restaba de vida. Aunque claro, si moría ahora, ese proyecto se cumpliría a cabalidad. Recordó su primer encuentro a la luz de la luna, una noche robada a las estrellas. Su timidez, que a el tanto le gustaba. Su coraje, que el tanto amaba. Recordó el vestido de seda que le regalo para su cumpleaños. Le quedaba perfecto.


Volvió a la realidad. Su oponente lo observaba. Quizás el también esta recordando el motivo de su lucha.


Rojo. La casa en llamas. La gran casona que había heredado su padre. Y él, impotente, viendo como toda una historia, una infancia, una tradición, una vida se arruinaba. Y el trauma. No comprendía por qué lo recordaba ahora, lo había dado por superado. Su madre, envuelta por las llamas, saliendo de la casa dando alaridos estremecedores. Corriendo hacia el río cercano, pero no llegando, desplomándose antes, aun viva. Su padre luego le contaba que sus pies ya no tenían carne, solo hueso chamuscado.


Un sudor frío recorrió su espalda. Desde ese día no creía en dios, o dioses, o lo que sea. Sabía, tenia la certeza, de estar completamente sólo en este mundo. Su padre, un fantasma de sus glorias antiguas. No tenía familia.


Su oponente se inclino hacia delante. Aquí viene. Salto sobre las puntas de sus pies, y se impulso en el rebote. Su adversario se agacho y se impulso con un salto. Dos técnicas muy distintas.


Sonaron los aceros mil veces templados. La espada se mantuvo en sus manos. No oyó que tras el cayese algún objeto.



Y sintió la herida


Todo para nada. Bueno, en realidad siempre fue así, sabia que moriría, que me iría y dejaría un recuerdo efímero en la gente. Pero para mi, para mi es el final. Se acaba. Sus entrañas comenzaron a doler, pero no era físico, sino del alma. Era el miedo en su estado más puro, la realidad inminente del no ser. No, quiero quedarme. Aunque viva el resto de mi vida postrado, quiero vivir. Aunque sea tirado en una zanja, quiero vivir. Quiero vivir. A cualquier costo. Más dolor, ahora sí físico, en el vientre, por la derecha. Dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor muerte muerte muerte muertenada nada nada andanadanadanadanadanadasedasedasedaseda…


Oyó el sonido de una espada al caer. Y otra. Y luego, el sonido de ahogo en el agua.



Que extraño, mi madre nunca llego al río, ¿Cómo puede estarse ahogando?

1 comentario:

  1. Qué útil eso de "me gusta" o "no me gusta". No sé, me llegó harto tu cuento wn. Ando medio estúpido por ahora. Que estés bien. Un agrado leerte.

    Un abrazo

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